Los resultados de la tercera lectura de la Gran Encuesta a las Microempresas (GEM) de ANIF muestran que aún existe una baja propensión al ahorro entre los microempresarios (cerca del 30% del total). Al preguntar sobre las razones para no ahorrar, la mayoría de microempresas lo atribuyó a la falta de ingresos (alrededor del 81%), mientras otros respondieron no necesitar ahorrar o no estar interesados (rondando el 11%).
Todo lo anterior resalta la importancia de la promoción del ahorro como instrumento de mayor productividad empresarial y también como un seguro para las épocas difíciles, como las actuales. Aquí la tarea es doble para los empresarios, el Gobierno y el sector financiero. Por un lado, se debe continuar trabajando en la diversificación de mercados para lograr elevar estructuralmente los ingresos de las empresas, por lo que serán clave las reformas que se discutan en materia de flexibilización laboral y un sistema tributario más competitivo, así como las mayores inversiones que permitan reducir los costos de transporte-logística. Y, por otro lado, se debe promover una mayor educación financiera para que las microempresas conozcan tanto las herramientas de ahorro que provee el sector formal como sus múltiples beneficios. Fomentar el ahorro y la formalidad es una de las lecciones que nos deja el impacto del virus en la economía.